
Acabar. Concluir, Llegar a la meta. Terminar.
Todos son sinónimos de algo consustancial a la vida. Todos son acciones que nos llevan sin remisión al fin natural de las cosas. Lo que empieza, acaba. No hay más vuelta de hoja.
Pero lo malo no es que más tarde o más temprano todo llegue a su estación término. Lo realmente funesto es que aunque lo sabemos, aunque en lo más profundo de nuestro ADN somos plenamente conscientes de la condición temporal de las cosas, nunca nos preparamos para el final. Pensamos que no va a llegar. Creemos que las cosas duran para siempre. Obviamos la temporalidad de lo que nos rodea y cuando en algún momento nos asalta un instante de lucidez que nos muestra un atisbo de realidad, rápidamente le damos un portazo creyendo que ese final es como los exámenes de junio o como el deshielo de los polos, sabemos que existe pero está tan lejos que ni siquiera lo asumimos como cierto.
Lo que pasa es que el final es obstinado y siempre llega. En los proyectos, en las relaciones, incluso en los patrocinios. Porque no sé si os habéis dado cuenta pero uno de los grandes problemas del patrocinio deportivo es obviar la irremediablemente conclusión de todos y cada uno de ellos. No estar preparado para el día en que las cosas terminan es sin duda, un freno a tu propio desarrollo, ya seas propiedad o sponsor. Solo hay que mirar en el mercado y darse cuenta que esto ocurre continuamente.
¿En cuántos casos conocemos relaciones que han terminado como el rosario de la aurora? ¿Cuántas veces los que otrora se llamaban socios acaban de repente dirimiendo sus diferencias delante de un juzgado? ¿Qué es lo que impulsa a compañías y propiedades tan serias como las seguramente tenemos todos en nuestra cabeza a concluir su relación con resentimiento?
Las respuestas a todas estas cuestiones no son fáciles y seguramente dependen de tantos factores que intentarlos resumir en un post, sería caer en el más absoluto de los absurdos. Sin embargo sí creo que hay algo común en todos los casos que me he encontrado, tanto en mi etapa de patrocinador, como durante los 8 años que he trabajado en la FEB. El patrocinio tiene que ver sobre todo con el sentimiento y las relaciones que se basan en sentimientos suelen concluir con grandes turbulencias derivadas de la propia esencia de esa relación.
Cuando tu patrocinas te sueles enamorar del territorio que ocupas, si no estabas ya enamorado de antes, y cuando unes tu propiedad a una empresa, es tan grande la necesidad que te ata a ella, que el mero hecho de la ruptura la entiendes como una afrenta y una decepción más personal que profesional. No ocurre lo mismo con los contratos mercantiles, la compra venta o la prestación de servicios. Aunque lleves muchos años con un cliente, solo cuando la relación traspasa los límites comerciales, solo cuando se produce un vínculo emocional, es cuando la ruptura duele y genera consecuencias a veces no deseadas.
El patrocinio deportivo es una herramienta de comunicación y marketing y por supuesto se rige por criterios científicos, pero no podemos obviar lo que genera entre las partes. No podemos esconder lo que le hace ser tan especial.
En el patrocinio deportivo es tan fuerte la relación, es tan intensa la identificación entre los agentes que participan de esta relación, que en lo último que se piensa es en la irremediable ruptura que tarde o temprano se producirá.
No creo que nadie lo pueda discutir, es así.
La increíble vinculación que genera una buena relación de patrocinio es ni más ni menos, el peor de los escenarios para el momento del final.
Así que ¿Cómo debemos actuar? ¿Aislamos el factor emocional de nuestras relaciones de patrocinio o asumimos el final como una evolución natural de los mismos? Para mí la respuesta está clara.Sabiendo que los patrocinios son finitos pero que al mismo tiempo cuanto más vinculado estés al territorio de una forma emocional, más partido le vas a sacar a la asociación, lo único que puedes hacer es prepararte para el momento de la ruptura aprovechando hasta el último gramo la energía que te produce una asociación intensa y sincera.
El secreto de un buen final está en haber sabido exprimir el camino, en tener asumido que todo se acaba y en haber preparado la transición para comenzar algo bueno que te permita volver a ilusionarte.
Un buen final es el que te permite tener un nuevo inicio. Es ese camino que te ayuda a crecer como organización y dejar un rastro positivo en el mercado. De lo contrario será negativo para tu socio, para ti y para tu futuro.
Hoy no hay pregunta. Solo un momento de reflexión para que escuchéis esta canción de Love of Lesbians y os preguntéis si Septiembre ha venido ya a buscaros.