El Hambre y el Ansia

Quedan pocos días para que se cierre la temporada futbolística en Europa con la esperada disputa de la final de la UEFA CHAMPIONS LEAGUE, y las almas de los aficionados bullen exaltadas por lo que se espera sea un momento histórico en el fútbol continental. ¿Logrará el Real Madrid hacerse por segunda vez consecutiva con la “orejona”? ¿Podrá en cambio la Juventus de Turín, voltear su propia tendencia y adjudicarse nuevamente el máximo trofeo, después de haber perdido las últimas 5 finales? Cada uno tenemos nuestro pronóstico, nacido casi siempre de un deseo puramente irracional, a pesar de que intentemos darle cierto barniz científico cuando construimos nuestros argumentos. En cualquier caso, mi post no va a tratar de fútbol, ya lo hacen muchos, y tampoco pretende analizar la importancia que esta gran final va a suponer para las marcas patrocinadoras de la competición y de ambos clubes.
Mi post se va a centrar en unas declaraciones de Sergio Ramos que, sin duda, han sacudido mi interior. Hace unos días salían publicadas unas palabras del capitán blanco donde definía al Real Madrid como “un equipo ambicioso y con hambre”. En mayo de 2016, durante los días previos a la final de Milán contra el Atlético de Madrid repetía más o menos las mismas palabras “tenemos tanto hambre o más que en Lisboa” y en junio de 2014, justo antes de emprender viaje rumbo a Brasil para disputar la Copa del Mundo, esta vez con la Selección Nacional, lanzaba un tuit de corte muy parecido “Ilusionados, motivados y con hambre de seguir ganando títulos”
Toda esta demostración de “apetito” competitivo demuestra un tipo de carácter ganador que seguramente ayude a lograr los objetivos, aunque también, nos puede hace pensar en que tanta verborrea no deja de ser, a veces, un mensaje vacío que si al final ganas, te legitima, y si pierdes, queda escondido bajo las, ya de por sí, oscuras alas de la derrota.
¿Por qué es tan importante el hambre para un deportista? (y por supuesto no me refiero a la sensación física que se produce al no ingerir alimento durante un largo periodo de tiempo)
La respuesta creo que es conocida por todos, ya que, en el fondo, la hemos experimentado en nuestra propia persona alguna vez en la vida. El hambre representa el deseo máximo por lograr el éxito. Un deseo rotundo, decidido, a veces hasta irracional, Un deseo que se acrecienta cuando ya has conocido la meta, cuando la has saboreado, la has atrapado con tus propias manos y has dormido con su recuerdo de terciopelo en tu memoria. Dicen los deportistas que cuando ganas una vez no hay nada más atractivo que volver a ganar. Lo que pasa es que esos mismos deportistas te reconocen que las victorias no saben igual cuando se van convirtiendo en una costumbre, y mucho menos si llegan a sentirse, en algún momento, como una pesada obligación que te aleja de nuevos sueños.
Por tanto ya podemos afirmar, sin mucho miedo a equivocarnos, que es muy difícil mantener siempre el hambre al mismo nivel, a no ser que hagas un esfuerzo de superación titánico y te vayas imponiendo retos cada vez diferentes y siempre igual de ilusionantes (cosa que para seros sincero creo que se sitúa más en un terreno de lo deseable que de lo verdaderamente realizable).
Vamos a hablar claro. Hambre, lo que se dice hambre, la tienes cuando llevas tiempo sin probar bocado. Cuando en tu profesión actividad deportiva, e incluso en tus relaciones personales, notas que necesitas un estímulo para alimentar tu alma, tu carrera, tu ego o tu razón de ser. Hambre, por tanto,  tenían los jugadores del Real Madrid que llevaban muchos años sin ganar la liga y hambre tienen los de la Juventus que nunca han ganado una Champions League.  Otra cosa es que el hambre te asegure la comida…
Porque demostrar un hambre excesiva te puede conducir al ansia, seguramente uno de los mayores enemigos que te puedes encontrar para lograr el éxito. El hambre te genera motivación. El ansía te produce inseguridad. El hambre te ayuda a despertar tu ingenio. El ansía te nubla el pensamiento.

Esto qué para el futbol, y en definitiva para cualquier deporte, se cumple sin dudarlo, también se produce en las relaciones comerciales. Dejadme que os pregunte una cosa. ¿Cuántas veces hemos salido decididos a vender un proyecto, un patrocinio o una campaña y de repente nos hemos visto superados por un deseo descontrolado de conseguir resultados? ¿Cuántas veces nos hemos dejado la piel con pasión y entera dedicación a una propuesta y al final hemos comprobado que no encajaba con lo que el cliente estaba esperando? Yo os doy la respuesta. Siempre que nuestra hambre se ha transformado en ansia por conseguir los objetivos.
A mí me ha pasado muchas veces. Cuando deseas algo no puedes precipitarte y olvidar que todo tiene un proceso de preparación, de maduración y de desarrollo. No te puedes comer el fruto de una negociación hasta que no esté dulce, ni hincarle el colmillo a ese asado tan apetitoso, en forma de copa de Europa, sin antes haberte preparado para la comida, ni haber asimilado por qué necesitas comer. (que en el fondo es lo más importante de todo. Saber qué es lo que buscas y por qué eso te motiva tanto)
Así que amigos futboleros. Disfruten de la final de la Champions y que el hambre excesiva no haga que luego tengan que sufrir una terrible indigestión. Así, gane o pierda su equipo, podrán aplicar el ejemplo a su vida profesional y personal.
Canción:

Todo el mundo tiene un corazón hambriento. Démosle tiempo y descubriremos como alimentarlo. Mientras tanto me quedo escuchando a este pedazo de artista.

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